POEMAS.
EMILY DICKINSON.
Cuando de poemas se trata, mi visión se transforma; porque
en los poemas es donde se conecta más con el autor. En unas cuantas líneas, te
cuentan una infinidad de sucesos, sentimientos, formas de ver la vida… Entonces
cuando hablamos o leemos de cualquier poema, es un objeto de estudio.
Con Emily me pasa, que hay poemas que no logro entender,
creo que puede llegar a ser una poeta muy complicada. Pero existen poemas, que
desde la primera línea me conecto con ella y puedo entender todo lo que nos
esta diciendo.
La poesía siempre quedará a la interpretación personal del
lector; y más cuando ha muerto el poeta, ya que no podrá aclararnos si en
realidad estamos entendiendo lo que el plasmo o simplemente adoptamos sus
palabras para dar respuesta a algo propio.
Como ejemplo, el poema número 251, yo lo interpreto como la
forma en la que Emily veía la desigualdad de género. No lo dice de una forma
tan clara como se dice hoy en día y siento que si se lee de una forma ligera
hasta podría pasarse por desapercibido este tema. En seguida lo cito para que
se entienda mejor lo que quiero decir.
Por encima del cerco –
crecen – frutillas –
por encima del cerco –
podría saltar – si probara, lo sé –
¡Las fresas son ricas!
crecen – frutillas –
por encima del cerco –
podría saltar – si probara, lo sé –
¡Las fresas son ricas!
¡Pero – si mancho mi
delantal –
Dios seguramente me reprendería!
¡oh, mi Dios, – supongo que si El fuera niño –
treparía el cerco – si pudiera!
Dios seguramente me reprendería!
¡oh, mi Dios, – supongo que si El fuera niño –
treparía el cerco – si pudiera!
Tal vez mi mente fue más halla con la interpretación, pero
es cierto. Los niños varones siempre los vemos jugando en la tierra, trepando,
escalando (y más a los de la época en que vivió Emily Dickinson) y las niñas
siempre usando vestidos, jugando al té en sus cuartos con sus muñecas, siempre
impecables. Y con este poema, veo las ganas que esta niña tenía de trepar y
seguir sus propias aventuras, pero la detenía el dejar de ser esa niña
impecable que siempre tenía que ser.
Es un poemario complicado, en comparación con otros que he
leído. No lo recomendaría si nunca has leído otros poemarios más ligeros, por
ejemplo Juan José Arreola, Pablo Neruda, Sor Juana Inés de la Cruz o Rupi Kaur porque yo soy de los que
cree, que para la lectura también hay que hacer cayo o ir ejercitando tu mente
de poco a poco. Así es como yo he ido leyendo un poco de lecturas clásicas,
comienzo con algo ligero y fácil de entender, para después adentrarme a
lecturas más complejas.
Este poemario se encuentra muy influenciado por la religión
y en muchas ocasiones hace referencia a la muerte y como debemos de disfrutar
de la vida a cada minuto.
Le doy un 4 de 5, es un indispensable en toda biblioteca. Y siempre será de muy buena compañía un poemario para ir a una cafetería y quieras desconectarte de todo por unos minutos.
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